jueves, 6 de julio de 2017

LEYENDAS DE LA ALHAMBRA

Estas son algunas leyendas que se escuchan de la Alhambra.
Washington Irving vivió en la Alhambra mientras escribía Cuentos de la Alhambra. Después desarrolló un género de novela fantástica. Una parte de los palacios tiene el nombre de las Habitaciones de Washington, por ser el lugar en el que residió.
         
Washington Irving.     Placa en la habitación en la que residió.

Leyenda de la Puerta de la Justicia
Cuenta una leyenda sobre la Puerta de la Justicia que su construcción era tan recia que, aún recibiendo el ataque de mil ejércitos enemigos, jamás caería. Así, si la Alhambra cae, será porque llegaría el fin del mundo. Otra leyenda cuenta que tal era su magnificencia de esta entrada que aseguraba que ningún caballero podía tocar con la punta de su lanza la mano esculpida en lo alto del arco exterior. Estaban tan seguros que, si lo hacían conquistarían el trono de la Alhambra.
Leyenda de la sala de los Abecerrajes
Este nombre proviene del apellido de una familia de la nobleza de la época, que tenían sus viviendas en el interior de la Alhambra. d



Leyenda de La sala de los Abencerrajes 

El nombre de Abencerrajes proviene del apellido de una familia de la nobleza de la época, que tenían sus viviendas en el interior de la Alhambra. Dice la leyenda que esta familia tenía como rival político a otra llamada Zenetes, los cuales decidieron acabar con sus oponentes mediante una conspiración... Así, inventaron una relación amorosa entre la sultana y uno de los Abencerrajes, para conseguir despertar los celos y la ira en el sultán... El sultán, cegado por la consternación, y en ocasión de una fiesta en la sala que lleva el nombre de la familia, hizo decapitar sobre su fuente a los 37 caballeros que llevaban el nombre de Abencerrajes. Se cuenta que el color rojizo que aun hoy día se puede contemplar en la taza de la fuente, y en el canal que lleva su agua hasta la fuente del Patio de los Leones, se debe a las manchas de la sangre de los caballeros asesinados...
El Suspiro del Moro 

Tras arrebatar los Reyes Católicos el último reducto de la dominación musulmana a Boabdil (Mohamed Abu Abdalahyah); el rey moro y su séquito fueron desterrados de Granada y les fue cedido un pequeño territorio en las áridas Alpujarras, donde aguantarían aún unos años. La caída de Granada se debió a la despreocupación de Boabdil por la defensa de Granada y su afinidad a las fiestas y al ocio. Camino a su destierro, Boabdil no osó girar la mirada hacia Granada, y sólo cuando estuvo a mucha distancia, sobre la colina conocida por El Suspiro del Moro se detuvo y observando por última vez su palacio... suspiró, y rompió a llorar. , y fue su propia madre quien le dijo: "Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre".
Silla del Moro
Más allá del Generalife (cuando se observa desde la Alhambra), puede observarse una desnuda y pelada colina que está coronada por unas ruinas. 
Aún hoy día esta colina es conocida como
 La Silla del Moro. 
Esto se debe a que, debido a una insurrección en la Ciudad de la Alhambra, el rey Boabdil (último gobernante de la Granada musulmana) tuvo que buscar refugio en este monte. Fue desde allí donde se sentó tristemente a contemplar su amotinada Alhambra...
El Soldado encantado
Existió en la antigüedad un estudiante de Salamanca que durante el verano se dedicaba a viajar y, cantando al son de su guitarra, conseguía fondos para pagar sus estudios. 
Llegado a Granada, y celebrando la víspera de San Juan, reparó en la presencia de un extraño soldado ataviado de lanza y armadura.
 
Preguntándole a éste por su identidad, el soldado dijo estar padeciendo un encantamiento desde hacía 300 años: un
 alfaquí musulmán le conjuró a montar guardia al tesoro de Boabdil por toda la eternidad, dándole sólo licencia para salir de aquel escondrijo una vez cada 100 años... 
Preguntó el estudiante cómo podía ayudarle. El soldado le ofreció la mitad del tesoro por él custodiado si le ayudaba a romper el hechizo: se precisaba de un sacerdote en ayuno y una joven cristiana. La joven no fue difícil de hallar, pero el único cura que encontró era un obeso adorador de los manjares, por lo que mucho le costó convencerlo, y sólo con la promesa de riqueza aceptó ayudarle.
 
Subieron aquella noche hasta el escondite, sito en la Alhambra, portando una cesta de comida para que el párroco saciase su gula una vez acabado el trabajo. Llegado ante una torre, las piedras de su pared se abrieron a la orden del soldado, dejando al descubierto una estancia con el formidable botín...
 
Una vez dentro, y mientras realizaban el sortilegio, el hambriento cura se abalanzó sobre la cesta y devoró un grueso capón. De repente estudiante, muchacha y sacerdote se encontraron en el exterior de la torre y la entrada sellada... ¡el hechizo se había roto demasiado pronto!
 
Fue así como el soldado perdió la oportunidad de escapar de tan cruel castigo, y los demás sus sueños de riquezas. Aunque al estudiante le pesaban los bolsillos, lo que le permitió vivir en paz y amor con la bella joven cristiana

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